Somos de los que viven para adelante; de cada día que concluímos nos queda apenas la fiebre, el eco, la resonancia en la nuca. Nuestra entrada a las mañanas es una entrada inocente -como de recién nacidos- Cubrimos nuestra labor igual que los sembradores cubren sus zurcos sembrados al caer la noche (y ahí se quedan para crecer y apagarse nuestros granitos de luz), ni nos preocupa tampoco, porque mañana será otro día. Golpes de tierra en la cara, cortaduras en las manos, vientos y lluvias del cielo -son molestias que terminan donde nuestros pasos cortan la oscuridad-; recostamos la cabeza en el último terrón que dimos vuelta: por eso, tal vez, nos duela el amanecer como un resabio de fiebre, un eco, una resonancia en la nuca. Los recuerdos, los rencores? Todavía no somos viejos para eso! Tenemos una fé intensa en la vida: tiene boca de mujer, tiene ideas como estrellas, tiene metáforas rubias (como pezones o espigas). Vamos al sol! y estamos esta mañana sobre la última palada que revolvimos anoche, sobre la punta del zurco: ALEGRES, RECIÉN NACIDOS. (Ya se que soy defo no hace falta mostrarlo, te amo mejor amiga)