domingo, 31 de agosto de 2008


Todo terminó; pudimos ser felices toda la tarde , pero un reloj salvaje deshizo al sol tiñendo burbujas de naranja. Fue para decir adiós que me senté sobre tu falda. Estaba despidiéndome aunque vos no lo sabías - igual te quedaste blando, mirándome a los ojos - y me contestaste con tres besos dulces; desnudándome al sol mientras te oigo luchar con unos parlantes que ya no andan. Me sentí tan bien que llegué a pensar: "podemos ser felices toda la tarde arañando un poco la guitarra y tratando de dejar que algo de paz se cuele en tu cerebro"